Del otro lado
Una de las tantas características del ser humano es la capacidad de ponerse en el lugar del otro por un momento para tan siquiera imaginar lo que el otro está sintiendo y así poder entender y aceptar a ese otro. Ahora, ¿cuánto lo practicamos? ¿qué tan conscientes somos de si lo hacemos o no?
Hoy a mis casi 40 años siento que por fin puedo responder estas preguntas. No fue de la noche a la mañana que esto ocurrió. De hecho, creo que algunas situaciones en las que fui empática con alguien fue algo casi que automático, algo tan natural como respirar, caminar o correr. En sí, una habilidad más.
Sin embargo, fue una necesidad que surgió dentro de mi hogar cuando mi esposo se rompió una de sus manos. Bueno, para ser honesta se ha roto las dos, pero solo una fue tratada médicamente con un yeso y de esta es de la que estoy hablando.
Tengo la fortuna de tener un esposo que cocina y lo hace con mucho amor. Cuando el incidente de la mano ocurrió él no pensó para nada en parar de cocinar, ni siquiera paró de trabajar. Yo estaba aún en un rechazo hacia cocinar que me ponía en una posición cómoda y su recuperación duraría por lo menos seis semanas como mínimo.
Al pasar los días, Leo empezó a darse cuenta de que su mano enyesada hasta el codo estaba siendo un impedimento para diferentes tareas, lo que hizo que me tuviera que pedir ayuda con pequeñas cosas. No voy a mentir, yo no quería salir de mi posición cómoda en el sofá y los primeros favores no fueron hechos sonriendo. Pero fue precisamente en eso que observando lo incómodo que él estaba por su mano rota, que para empeorarlo era su mano dominante, la izquierda, vi y sentí la necesidad de ayudarlo ya desde otra actitud.
Yo nunca me he roto un solo hueso de mi cuerpo y por lo tanto me quedaba difícil ponerme en su lugar, pero lo logré y entendí que no era una ayuda, era mi parte porque en nuestro hogar solo somos dos, bueno y Luna, pero ella no cocina ni porque tenga cuatro patas.
Esta situación no solo despertó mi empatía para ayudarlo, sino que hizo que me convirtiera casi que en la asistente de cocina. Y sin darme cuenta ya estaba yo iniciando mi camino de reconciliación con la cocina que por tanto tiempo fue símbolo de castigo. Pero esa es otra historia.
En resumen, ponerme en los zapatos de Leo nos unió e hicimos nuevas conexiones como pareja, mi mayor ganancia.
La empatía es lo que nos permite entre tantas cosas conectar con los que nos rodean, sean familia o no, sean conocidos o no. Caminar por una calle con una mente más consciente de ese poder que tenemos nos puede hacer ver esas caras extrañas con otros ojos, ¿qué está viviendo el otro que no sé?
Y es así como ahora todos los días al mirarme frente al espejo trato de tener un momento donde me observo pausadamente para poder experimentar algo que nos han enseñado a hacer con los demás, pero fácilmente olvidamos hacerlo con nosotros mismos, la empatía o en este caso la auto empatía.
Gracias, amor!