Entre sueños y miedos

El mundo de los sueños es algo que despierta mi curiosidad. A veces lo percibo tan real que me hace dudar de si es producto solo de una imaginación y creatividad funcionando a toda máquina mientras duermo o si hay algo más allá que no podemos explicar, pero a lo que estamos conectados a través de la energía que somos.

Aún puedo recordar algunos sueños, o mejor, pesadillas que tenía cuando niña. Recuerdo sentirme atrapada en la esquina de una habitación, siendo tan diminuta que todo parecía un mundo de gigantes. Recuerdo claramente la sensación abrumadora, intimidante y hasta distorsionada de la proporción de todo a mi alrededor, sentía miedo. Nunca expresé eso, pero era un sueño repetitivo que, aunque no lo volví a tener, sí permanece aún en mi mente y cuerpo desde las sensaciones que producía en mí.

Con los años mis sueños y pesadillas cambiaron. Para cuando yo tenía más de 20 años, otro que se repetía era no saber manejar y estar en una situación de vida o muerte. La decisión de manejar era aterradora, pero lo terminaba haciendo por el deseo de sobrevivir. Ese logré eliminarlo de mi mente cuando tomé la decisión de aprender a manejar y sí pude compartirlo, especialmente cuando desapareció de mis sueños más vívidos.

Hoy tuve uno y fue tan impactante en sus colores, texturas y emociones que no sé en qué película estaba yo en ese momento.

Es un espacio y lugar sin alguna descripción física ni es un lugar conocido, pero allí estoy yo parada junto a Leo. Desde este punto veo el planeta tierra lejos pero cerca a la vez y al lado otra esfera de su mismo tamaño. Parece ser la Luna por sus cráteres, pero si es así, es una Luna colorida. Tiene una mezcla en degradé entre un naranja rojizo hacia tonalidades púrpuras azuladas. La tierra es tal cual la hemos visto con su intenso azul y verde pero aquí aparece con una luz radiante.

Estos dos cuerpos celestes orbitan entre sí generando una armonía y belleza hipnotizante. Yo totalmente atenta a este espectáculo en frente de mí pido a Leo que tome una foto, como queriendo perpetuar en una imagen algo tan bello. En una milésima de segundo en su lenta rotación lograron una posición única. Leo reacciona unos segundos tarde pero que para esa imagen perfecta que yo tenía en mi cabeza cualquier otra foto le quedaba pequeña.

De repente, miro hacia abajo y nuestro piso se deshace de a pocos. Pasa de ser un piso sólido para derretirse ante mis ojos. Se hace cada vez más cremoso hasta llegar a líquido y cambia entre colores anaranjados como de lava volcánica hasta llegar a un blanco en la parte más líquida. Mientras todo esto pasa, yo muevo mis pies huyendo en una angustia de perder el piso, no quiero caer, siento miedo, hasta que todo para y vuelve de la nada a lo que yo conozco como normalidad.

Leo me dice que él solo no me quería mostrar eso para que no me obsesionara con todo lo que pasa en el mundo y que yo no puedo detener.

Ahora distingo un poco más este lugar donde estoy. Hay varias personas, parecen científicos en algún tipo de experimento. Yo en mi necesidad de saber qué fue lo que acabo de presenciar, le pregunto a una mujer con pelo en afro, pero no logro reconocer su rostro, que si ella sabe qué es lo que acabo de ver y ella solo parece igual de perdida a mí y dice que no sabe y se va.

Luego voy a otras dos mujeres sentadas en unos escritorios con sus computadoras y les pregunto que qué fue esa presentación que yo acababa de ver en esa pantalla a lo que solo me dicen algo como: es un uruguayo millonario, como si fuera un sitio de experimentos de esa persona.

Salgo con Leo y vamos por una calle, es de noche y nos dirigimos hacia el carro. Hay gente en esta calle caminando con toda la normalidad. Luego percibo un grupo de hombres uniformados con pantalón camuflado y camiseta. Son jóvenes y llenos de esta energía muy masculina y hasta agresiva, siento esa presión de querer parar para que pasen delante de mí y no tenerlos más detrás mío mientras camino. Es una incomodidad por su actitud de burla entre ellos. Le pregunto a Leo que dónde está el carro y él me dice señalando que un poco más adelante.

De esta caminata que se diluye en mi mente, paso a estar en compañía de una mujer, no reconozco si es una cara familiar o no, pero la sensación no es negativa. Ella va cargando a su perrito Border Collie en sus brazos. Su carita es toda negrita y tiene sus ojitos cerrados. Llegamos a un muelle, en el que nos metemos y a medida que vamos caminando ella abraza más a su perrito y yo parezco estar detrás de ella. Cada paso nos lleva a la parte más profunda hasta que nuestras cabezas son lo único por fuera del agua y estamos flotando en nuestras espaldas, pero ella encima mío aferrada a su perrito. Ella parece decirme o hacerme una señal para que empiece a tocar un silbato con el que nos sumergimos totalmente pudiendo respirar debajo del agua.

Ella se suelta de mí y se hace a un lado con su perrito. Le empieza a hablar como despidiéndose de él. Le dice que le hubiera gustado mucho que estuviera por más tiempo a su lado.

Yo veo todo claramente debajo del agua, como si hubiera una luz y dándole un espacio a ella me pongo a observar lo que hay allí.

A medida que avanzo, empiezo a reconocer pequeños cadáveres de cachorritos tan grandes como para agarrarlos con mis dos manos extendidas. No los toco, solo los observo porque a pesar de ser cadáveres, están hechos de una textura que inicialmente no reconozco, pero se ve bonito. Hay muchos de ellos y ella me dice que todos fueron arrojados a ese sitio y eso despierta en mí mucha tristeza. Sigo observando y a mi lado izquierdo hay un perro Labrador dorado con sus cachorritos y es con él que logro percibir su cuerpo hecho de algo similar a la plastilina.

Es una imagen triste, bella y conmovedora a la vez.

Y es cuando despierto que trato de comprender lo que mi mente acaba de crear. ¿De dónde toda esta información? ¿De dónde esta mezcla de tan profunda tristeza decorada con tan bellas tonalidades?

¿Son los sueños y miedos, como la oruga, símbolo de transformación, renacer y el ciclo natural de la vida?