Siguiendo la Luna
Desde niña he tenido una fascinación por la Luna. Me transmite tranquilidad y un deseo de estar allí sentada en su infinito silencio.
Ella ha sido testigo de cada una de mis noches, como las de muchos. Ella ha aliviado mi corazón durante noches tristes donde solo mirarla me hacia sentir que estaba más cerca de quien yo deseaba estar. Solo ella me escuchó en mi niñez, solo ella me iluminó cuando miraba por la ventana mientras soñaba despierta.
Hoy voy por un camino que a esa edad ni siquiera soñé y ¿saben qué? Encontré mi propia Luna.
Ella llegó hace dos años, tenía tan solo cuatro meses cuando parada en sus dos patitas traseras me cautivó con su mirada pura y desinteresada. Ella toda tan negrita con su manchita blanca en el pecho tenía ya su nombre elegido.
En medio de una tormenta emocional, mi Luna empieza a ser mi compañera de día y de noche sin yo darme cuenta de lo que eso significaba. Con sus ladridos inocentes, sus ojos tratando de comunicar lo que necesitaba y su afán por explorar el mundo, me empieza a poner a prueba mis niveles de paciencia y tolerancia.
Los jalones de correa, las esquinas de muebles mordidos, algunas prendas con agujeros, uno que otro accidente urinario por sus picos de felicidad o susto, sus días de enfermedad, y su constante ansiedad por separación me hicieron entrar en un camino de aprendizaje para entrenarla, que realmente significa entenderla para poder comunicarnos siendo tan diferentes las dos.
Sus primeras sesiones de entrenamiento básico como cachorrita me mostraron lo inteligente que es y al mismo tiempo el reto que eso significaba. Y aún en esos días no sentí en ningún momento que había tomado una mala decisión. Ella ya hacía parte de mi vida y mi compromiso con ese pequeño ser vivo es hasta el final de sus días.
Luna aprende rápido y sabe lo que uno quiere o espera de ella, sin embargo, tiene su propia personalidad y lo va a mostrar cuando quiere o no quiere hacer algo.
No voy a mentir, me llevó algunos días al límite de mi paciencia con sus jalones al caminarla. Eso ha sido uno de los mayores retos con ella porque sencillamente tiene un gran deseo de explorar con su nariz todo lo que hay a su alrededor. Esto era aún más difícil en mis días no tan buenos. Y es así como la culpa empieza a aparecer en mí por tan siquiera un regaño que yo sabía era más mi frustración hablando.
Olvidé mencionar que siempre he tenido una preferencia por los gatos. Hace muchos años tuve dos, y por cosas de la vida perdí uno y tuve que reubicar el otro sin la opción de tener gatos de nuevo. Esto para entender que lo que yo creía que era cuidar un perro no era ni mínimamente cercano a lo que ha sido.
Y es así como inicié lecturas, podcasts, entrevistas de expertos y demás para poder entender qué debía hacer. Encontré todo tipo de información y me di cuenta de que debía empezar a practicarla con Luna y ver qué me servía con ella y qué no. La primera gran lección fue dejarla ser lo que ella es, un perro. Esa es su especie y ni por más domesticada que esté, ellos no van a vivir bajo nuestros mismos estándares.
Al dejarla ser en vez de querer entrenarla como quien entrena a un soldado para solo recibir órdenes, ella empezó a responder mejor a los límites que deben existir para una convivencia en el mismo lugar.
Ella es muy observadora y es su manera de aprender de mí, lo que quiero, mis límites, y, sobre todo, como me comunico con ella.
Empezaron a aparecer palabras claves a las que ella respondía, sonidos que le gustaban y los que no, tonos de voz u objetos que le asustaban o que llamaban su atención. Esto ha sido resultado de ponerme en la misma tarea que ella hacía conmigo, observarla.
Mi gran adicción es la televisión, esto hacía que pasara muchas noches después del trabajo y muchos fines de semana viendo películas o series sin parar, es como mi escape, mi anestesia. Ella prefería hacerme compañía en esos momentos que estar arriba con mi esposo mientras él trabajaba, ya que a él lo veía todo el día por trabajar desde casa.
Y es en esos días de quietud mía que empiezo a observarla más de cerca. Veo sus picos de energía y su propia rutina estando alrededor mío. Observo que cada noche después de jugar un rato, viene y empuja el colchón de una de sus camitas y le gusta revolcarse como si estuviera muy complacida por ese momento.
Cuando estamos los tres juntos su actitud cambia. Está más juguetona y sabe que Leo, mi esposo, le va a jugar con su mayor obsesión, la bola. Para ese entonces tenía una bola naranja que era su favorita y la usó hasta que ya no se pudo más de lo rota que estaba. Y yo viéndola jugar con Leo, noté como ella cargaba en su hocico la bola y antes de dejarla para jugar se daba dos vuelticas a la mesa del comedor como si estuviera tratando de decidir a quién dejársela de los dos.
Leo no prestaba tanta atención a esos detalles en ese momento hasta que él empieza a compartir más tiempo con nosotras en frente de mi anestesia. Una noche viendo una película, él ve que Luna va a halar con sus dientes el cojín y se lanza a corregirla y le digo: déjala, ella hace eso y se va a revolcar en la cama. Luna lo hace tal cual lo hacía todas las noches y él se queda como sorprendido. Empiezan a pasar las noches y él sigue notando que lo repite una y otra vez. Después le digo lo de las vuelticas alrededor de la mesa que ella sigue haciendo y también lo sorprende.
Y es así como le comento todo lo que he estado estudiando por mi cuenta para aprender más de ella. Él se contagia de ese interés al ver que me funciona para que Luna me escuche y obedezca. Ella empieza a mejorar su manera de caminar, que hoy en día no es perfecta, pero ha cambiado mucho para bien.
Empezamos a tener una relación más basada en la confianza para crear un lazo fuerte con ella y ella responde super bien.
Nuestros miedos de dejarla suelta sin correa en un área abierta siempre estaban ahí, y creo que era más mi miedo a perderla ya fuera porque saliera a correr y no volviera o por un accidente y muriera. Me conecté tanto con ella, que ese miedo estaba ahí muy latente. Tuvo un par de días de playa con una correa larga hasta que por fin un día la llevamos a una playa hermosa para perros cerca de casa, en la cual me desprendí de ese miedo con la ayuda de Leo, quien me animó aún él teniendo su propia duda de hacerlo.
Ese día ella corrió, olfateó, nadó, jugó, se revolcó y demás por dos horas sin ninguna atadura, y fue el día que más libre y feliz la percibí. Hasta el día de hoy, ir a la playa creo que es su día favorito de todos.
Esto solo es un pequeño resumen de esta historia de dos años con Luna.
Ahora puedo decir que estos dos años intensos de aprender de ella han coincidido con los mismos dos años de aprender de mi misma. Ella me ha guiado a través de sus necesidades a soltarme la correa que yo misma me puse, a disfrutar del ahora, a respirar profundo para relajar mi mente, a contemplar con mis sentidos pequeños detalles que ser pierden en el afán de vivir, a caminar rápido cuando necesito, pero también a bajar la velocidad cuando encuentro algo de mi interés.
Mi interés por su bienestar me ayudó a amistarme con la cocina y la importancia de alimentarme mejor sin excesos. Sus altos niveles de energía física me empujaron a salir a mover mi cuerpo para que no me duela por no usarlo. Su inteligencia y necesidad de estímulos mentales me han impulsado a cuestionarme con amor por lo que quiero y cómo puedo estimular mi cerebro.
Su ternura e incondicionalidad me han ablandado y tumbado esos muros altos con los que me protegía, con los que me creí el cuento de que no soy una persona que merece amor y que puede dar amor. Ella me deja darle amor y saca de mí la ternura que a veces pienso que no tengo dentro de mí.
Sé que lo más probable es que su vida será más corta que la mía y por eso esta aventura de que sea parte de mi vida trato de disfrutarla como ella me ha recordado que vale la pena, en el ahora. Estoy reaprendiendo que el ahora es el mejor momento para decir un te amo, un te quiero, un te extraño, un me gustas, un gracias, un discúlpame, con palabras y acciones; pero sobre todo para amarme a mi misma y sonreírle a la vida.
Gracias Luna, nunca pensé que iba a tener esta experiencia tan bonita. Tú estás y siempre estarás presente en mis días como ese recordatorio de amar mis partes más oscuras porque esas también tienen una manchita blanca que sacan lo mejor de mí.
Con mucho amor para Luna & Yeye